Un pincel aburrido,
de tanto estar parado,
saltó de la latita
y cayó despeinado.
Se paró rápidamente,
con pintura se bañó,
encontró una hoja limpia
y, en ella, se deslizó.
La hoja blanca recibió
muchas pinceladas negras,
al verla, todos decían:
¡Parece una hoja cebra!
En la pintura roja
se bañó y lo disfrutó.
Y, sobre una tela,
resbalando la estampó.
Con tantas pintitas rojas
sorprendida se quedó,
el doctor de las hojitas
diagnosticó sarampión.
Cuántas cosas asombrosas
en un rato pueden ocurrir,
si algún pincel aburrido
quiere irse a divertir.
Nilda Zamataro