Cuando la noche se acuesta
bostezando en las hamacas,
los tilos sirven la sopa,
las nubes le tejen mantas.
La luna, que está espiando,
con sus cachetes de plata,
se desliza por la soga
que une al cielo con la plaza.
Pero la plaza es toda
fría de niebla y escarcha,
y la luna, tiritando,
pide a gritos su bufanda.
Doña noche, que la escucha,
le hace lugar en la cama,
le da sopa de moñitos
y le presta su frazada.
Susana Atias