Abrió sus ojos de cristal
una mañana en el baúl
y vio su cuerpo de metal,
él no era un niño como tú.
Sus torpes pasos al andar,
un corazón de soledad,
sus lagrimitas de tristeza
reclamaban tu amistad.
Se miraba de reojo en el espejo
y quería ir al parque y al colegio,
sus tuercas y tornillos lo impedían
y luchaba inútilmente por tener vida.
Quisiera viajar contigo,
compartir todos tus juegos
y sentir el cálido cariño
cuando mamá dice “te quiero”.
Tener un amigo fiel
a quien contarle secretos,
un abuelo, un hogar
y un montón de sueños.
Un día te diste cuenta de su soledad,
entre tus manos chiquitas
lo abrazaste más y más
y se abrió el cielo de su libertad.