Ya era de noche cuando en la casa de mamá y papá gato se escuchó:
- ¡A comeeeer! –llamó mamá
Y puso algunos fideos y dos chauchas en el plato de Patitas de Seda; pero Patitas de Seda estaba mirando a papá que sacaba algo del horno.
Papá había horneado unos bizcochitos dulces.
- No tengo hambre. –dijo Patitas de Seda, empujando el plato. – Pero sí voy a comer un bizcochito.
- Los bizcochos son para después de comer. –dijo papá, con voz fuerte.
- Entonces ahora es después de comer. –dijo Patitas de Seda. – Porque no voy a cenar.
Mamá dijo:
- Puedes retirarte de la mesa y no vuelvas hasta que quieras comer. Después tendrás tu bizcocho.
Patitas de Seda tomó una hoja de papel y empezó a dibujar. Dibujó un plato vacío.
- ¿Ves, papá? –le dijo. – Mi plato está vacío, ¿Puedo ahora comer mi postre?
Entonces, rápidamente, papá tomó otra hoja de papel y también dibujó algo.
- Aquí tienes un sabroso bizcochito. –dijo.
- ¡No quiero un bizcocho de papel! –lloró desconsolada Patitas de Seda.
- Entonces termina tu cena. –le dijo mamá.
- ¿Estos dos bocados? –preguntó Patitas de Seda.
- No, toda la comida. –respondió mamá, decidida.
Patitas de Seda suspiró y probó dos bocados. Pensando en los bizcochos le vinieron ganas de comer y comió un poco más, hasta que, sin darse cuenta, había terminado todo. Entonces vio que su plato estaba vacío.
- Ahora sí, ya está. –exclamó muy contenta Patitas de Seda.
Papá y mamá le dieron un vaso de leche, dos bizcochos y un grande y fuerte besito de gatos.