Relatos de la teta (Semana Mundial de la Lactancia Materna)

Mi vínculo con la lactancia comenzó hace 8 años, con la llegada de mi primera hija. Sí, ese mismo día.

Durante el embarazo me había informado mucho y me sentía realmente preparada para la llegada de mi bebé.

Había leído, entre otras tantas cosas, sobre la lactancia, y todos los blogs, libros y opiniones de las personas que me rodeaban coincidían en sus virtudes y benéficas propiedades. Algo era seguro, yo iba a dar la teta, iba a amamantar a mi cría porque era lo mejor.

Mi conocimiento sobre el tema era muy pobre, pero, hasta el momento en que nació mi beba, no había nada que me alarmara o preocupara.

Ese primer día en la clínica viví una mezcla de emociones que no llegaba a procesar, alegría, dolor, cansancio, y mucha incertidumbre, todo junto era bastante abrumador.

En un primer momento tuve un intento de ponerla en mi pecho, pero no logró casi prenderse y rápidamente se quedó dormida. Más tarde, después de despedir a familiares y amigas, una enfermera se acercó y me dijo «si no se prende, le preparo una mamadera», mi beba lloraba, dije que sí.

Popi tomó la teta durante 3 meses, complementada con fórmula. Nadie se acercó a enseñarme y no supe tampoco buscar ayuda; por ignorancia, por culpa, por vergüenza, por sentirme mala madre.

Mi leche no salía, no sabía estimularla, me impacientaba por no poder calmarla, sentía mucha presión, la mirada de todos que aseguraban que «esa beba tiene hambre», y yo, que me frustraba con cada intento de toma.

Ese momento mágico de conexión no fue algo que me sucedió, más bien sentía impotencia, rechazo, culpa y más culpa, por fallarle, por no poder. Me supe sola y a la deriva.

Esta postal es la única foto que tengo amamantando a mi beba.

En la Semana Mundial de la Lactancia Materna, deseo que puedas elegir, que encuentres tu tribu, que te conectes con tu cría desde el amor y el respeto, con o sin teta, y por sobre todo, que confíes en vos.

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