Mi hija tiene hipersensibilidad (parte 2)

A pesar de ser docente de la primera infancia, tenía muy poco conocimiento sobre la hipersensibilidad y ninguno del sistema vestibular.

Sí conocía los comportamientos esperables de cada etapa de crecimiento y sentía que algo estaba mal con mi hija, que “el mundo”, y me incluyo, no la comprendía.

El primer signo que despertó esta intuición fueron sus reiterados colapsos sensitivos. Hoy puedo nombrarlos con su denominación técnica, antes decíamos que “entraba en crisis”.

Las personas que pudieron presenciar esas escenas, les llamaban berrinches, caprichos, o decían cosas como “qué carácter”, “es terrible” o que “nos había tomado el tiempo”.

Durante sus primeros años la sobreprotegí de esa incomprensión que yo percibía y después llegué a creer lo que tanto escuchaba e intentaba ponerle límites que terminaban en más llanto, más gritos, y ningún resultado positivo.

Llegados los 4 años, estaba segura de que había algo más, ella ya tenía mayor contacto con otras personas fuera del círculo familiar y me contaban de estos episodios, pero también notaba que comenzaba a reprimirlos, sobre todo en el jardín, porque decía que cuando gritaba, la retaban.

Otra vez volvía esa sensación de incomprensión y ella iba formando su personalidad atravesada por estas escenas que se volvían cada vez más difíciles de controlar, no entendíamos qué era lo que disparaba estas “rabietas” ni sabíamos cómo hacer que paren.

Más crecía, más duraban y con más intensidad.

El año pasado descubrí a una mujer española que escribía un blog y había publicado una lista de rasgos de personalidad de una persona con hipersensibilidad.

Ese día fue un antes y un después en nuestro vínculo, empecé a informarme y fui encontrando respuestas a tanta angustia, a tanta incertidumbre y a tanta culpa que cargaba sobre mis hombros.

Lo que “estaba mal” no era mi hija, sino que no teníamos las herramientas para abordar sus colapsos y nos frustraba mucho.

Ponerle nombre nos ayudó a empatizar con eso que ella sentía.

Lejos de etiquetar, encasillar o limitar, pudimos poner palabras donde había vacío y explicarle que lo que ella siente es real y está bien, y, así, habilitar sus emociones y sentimientos.

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