Cuento: Milo, el viento

Milo, el viento – cuento, el viento, amigos

Tiene cabellos largos, ojos alegres y una sonrisa de oreja a oreja. Cuando sopla fuerte, sus cachetes se inflan como globos. ¿Quién será? Es Milo, el viento.
Milo vivía en una cueva, dentro de una montaña tan alta, tan alta que parecía tocar el sol.
A la mañana se acercaba a las nubes, soplaba y formaba con ellas extraños animales, y hasta castores gigantes.
Las nubes se enojaban, pero Milo se divertía.
Un día bajó como un trompo por las montañas. Los árboles se asustaron y agitaron sus ramas para no caer, pero sus raíces se aflojaron y cayeron arrastrando piedras que taparon las calles. Los autos no podían pasar y los conductores gritaban enojados:

  • ¡Ese Milo destruye todo!

Pero Milo el viento se divertía.
Otro día voló hasta el mar, allí levantó olas enormes, los barcos se movían de un lado al otro y los marineros protestaban:

  • ¡Estamos cansados del viento!

Milo siguió adelante hasta llegar a una ciudad. Pasó silbando sobre los tejados y agitó el humo que salía de las chimeneas, así el aire se oscureció.
Los diarios volaban por las calles. Más de un cartel caía, y los sombreros y los pañuelos se soltaban de las cabezas de hombres, mujeres y niños.
Luego cayó una fuerte lluvia y, para gran enojo de la gente, los paraguas se daban vuelta y uno hasta salió volando.
Milo siguió divirtiéndose.
Más adelante, Milo pasó como un rayo por una plaza. Dos globos se soltaron de las manos de una nena y un nene.

  • ¡Mamá! –gritaron.- ¡Ese Milo malo nos robó los globos!

En ese momento Milo se dio cuenta de que la gente no lo quería y pensó: “Es triste no tener amigos”
Pasaron varios días y, para gran sorpresa de las nubes, de los árboles, de los marineros y de la gente, el revoltoso Milo no hacía de las suyas.
Una mañana Milo apareció. Bajó despacio por la montaña para ir a la ciudad.
Como tomó otro camino, pasó por un lago donde había varios barcos y un marinero gritaba:

  • ¡Sin Milo no podemos salir!

Milo empezó a soplar. Las velas se hincharon, los barcos salieron como flechas y los marineros sorprendidos por Milo corrían sin saber qué hacer.
Milo se tapó la boca para soplar menos, ahora los marineros estaban contentos y con sus manos lo saludaron.
Ya muy cerca de la ciudad, Milo vio que una nena estaba colgando ropa en una soga. Infló sus cachetes y sopló muy fuerte para ayudar a secarla.
Una remera, una pollera y un par de medias salieron volando, y la nena exclamó:

  • ¡El viento tiene la culpa!

Milo trató de traer la ropa de vuelta, pero de otra soga se soltaron un pantalón y una camisa que cayeron a los pies de la nena, ella los levantó riendo, sacudió la cabeza y dijo:

  • ¡Este Milo sí que es raro!

Milo siguió su camino y llegó a una plaza cubierta de pasto, allí había muchos niños con barriletes de colores alegres, un niño exclamó:

  • ¿Dónde estás Milo?

Milo empezó a soplar, pero se acordó de los barcos y de la ropa, y no sopló tan fuerte.
De a poco el cielo se llenó de barriletes que bailaban con las nubes y todos cantaban:

  • ¡Gracias Milo, gracias!

…y, aunque los chicos no lo sabían, Milo bailaba con ellos.
¡Ahora sí tenía amigos!

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